⭐⭐⭐
EL ACUERDO
¿Qué harías si la persona que más odias se convierte en la única persona con la que puedes vivir?
Un tirano por el día, un playboy por la noche. Esa es la reputación que precede a Richard VanRyan. Él vive su vida de la manera que quiere, sin importarle las opiniones de otros. No se preocupa ni por nada ni por nadie, y no tiene intención de cambiar su manera de ser.
Katharine Elliott trabaja como asistente personal de Richard. Ella le desprecia y no comparte su más que cuestionable ética profesional, pero no tiene otro remedio que soportar y gestionar todas las tareas que Richard le encarga ya que necesita su trabajo
para poder subsistir. Hasta que llega el día en el que él le pide algo que Katharine nunca imaginó. Un nuevo acuerdo, con un trabajo diferente: ser su prometida en lugar de su asistente personal.
¿Qué es lo que puede suceder cuando dos personas que se detestan tienen que vivir juntas y actuar como si estuvieran locamente enamoradas? ¿Sobrevivirán al acuerdo que han firmado?
LA CLÁUSULA
Richard puede añadir una línea más a su currículum: papá. ¿Cómo compagina la nueva responsabilidad y su vida acomodada?
Lo que Richard y Katy comparten son años de inquietudes que se convierten en una familia poco
convencional. Pero lo que él no sabe exactamente es cómo cambiará su vida y todo lo que será
capaz de hacer por amor.
LA ENMIENDA
Richard VanRyan lo tiene todo.
Una estupenda, una familia preciosa, grandes amigos y una carrera meteórica.
Tiene éxito y ha llegado a lo más alto.
¿Qué pasará cuando el viaje se detenga, cuando lo impensable se haga realidad y la vida nunca vuelva a ser la misma?
El contrato ha cambiado.
¿Podrán Richard y Katherine superar la enmienda?
EL ANEXO
Nuestras miradas se encontraron. La suya, echando chispas, furiosa. En mis ojos se veía la voluntad de defenderme. Salvo que, de repente, entendí por
qué me sonaba su cara. Tenía mis ojos, mi frente ancha y el remolino que siempre había detestado. Reconocí la rabia que ardía en su mirada. La había
visto
en el espejo durante gran parte de mis primeros años de adulto.
Tragué saliva, consciente de los resoplidos de sorpresa y de las palabrotas que se pronunciaban a mi alrededor. Abrí la boca para hablar, pero no me
salieron las palabras.
—Es mi padre —masculló ella, destilando veneno—.
Y lo odio.



























